A propósito de los Grammy

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El sonido de la transmisión de los Grammy y me temo que el del teatro -deducción que hago de los comentarios de gente que conozco y ha estado allí- son abrumadamente mediocres.

Siempre se ha sostenido que los recuerdos están más cerca de la perfección que de la realidad. Puede que sea cierto, pero también lo es que el uso y el abuso de las cosas no las mejora, sino que por el contrario, las deteriora, las estropea, las desgasta y las degenera. Hace falta un esfuerzo consciente adicional para que ello no suceda.

Existen varias corrientes de pensamiento, o no sé si decir: de acción, al respecto, a saber:

  1. a) Los que conservan: aquellos que intentan preservar y, de ser posible, mejorar las cosas, utilizando los medios disponibles para lograr aquello que se conoce como avanzar.
  2. b) Los que denigran: aquellos que sienten que todo lo que tiene más de quince días es antiguo y actúan, en consecuencia, en una especie de afán “regenerador” que impide la apreciación detallada de las cosas y que urge a su rápida observación y desecho en aras de lo que otros llaman: la modernidad y la frescura.
  3. c) Los que no están interesados: aquellos a quienes da exactamente lo mismo y se limitan a ser recipientes de lo que alguien más les arroja, bien sea de comer, de beber, de leer, de escuchar, o para su propia existencia.

Estas son sólo algunas de las clasificaciones que arbitrariamente se me ocurren, faltarían las subdivisiones, que no son pocas.

Intentando escapar de la espantosa realidad e influenciado por la opinión general, la otra noche me dispuse a escuchar y ver el show de entrega de los premios Grammy en su quincuagésima octava edición. No pude resistir más de diez minutos continuos. Confieso que lo intenté en repetidas ocasiones, luego de aventurarme en series y noticiarios extranjeros. Cada vez que regresaba, me abrumaba lo hueco del asunto.

Esto de las premiaciones, sus tras bambalinas, nominaciones y propósito general no han sido nunca materia que llamase mi atención. Ni ahora ni antes (quienes me conocen pueden dar fe de ello). Y me parece lastimoso que se desperdicie tal cantidad de recursos en un espectáculo tan fastidioso y vacío. Ya sé que es una redundancia, pero dada la inversión y la importancia que le dan los medios, uno está en el derecho de albergar expectativas mayores.

grammy consolePara no entrar en consideraciones sobre la cualidad de lo premiado y no emitir juicio de valor sobre cada renglón o premio, me siento obligado a hablar del sonido.

Un premio cuya destinataria principal es la industria discográfica -que hasta donde sé, se dedica a la grabación, promoción, distribución y puesta en venta de grabaciones fijadas en soportes físicos, bien de reproducción digital o analógica- debería al menos poner atención la calidad del sonido del evento que anuncia como la cúspide y vértice del esfuerzo de “todo un año” de trabajo. Pues no.

El sonido de la transmisión y me temo que el del teatro -deducción que hago de los comentarios de gente que conozco y ha estado allí- son abrumadamente mediocres. Tanto como suele serlo desde hace algún tiempo el sonido de las grabaciones que venden. La tecnología no ha servido para acrecentar la calidad, tan sólo para vender más artilugios para intentar conseguirla artificialmente, con un estruendoso fracaso, es evidente.

El otro apunte que debería hacer está referido a algunas muy criticadas intervenciones: el único que no está sujeto a desafinaciones es el que no canta. Dicho lo cual, debo abundar en algunos detalles.

Esa tendencia a hacerlo todo más rápido y estridente nos conduce a un vacío de contenidos que  tiene como consecuencia inmediata un enorme vacío en el espectro armónico que lo representa.  Ello se favorece cuando se lleva a cabo el trabajo de amplificación en los espacios abiertos, bien para ser retransmitido, o para su apreciación en el lugar. Quiero decir con esto que se eliminan o minimizan adrede algunos componentes fundamentales del sonido original.

Se vacían los contenidos para hacer “más digerible” los mensajes (una teoría odiosa) y se vacía entonces el contenido armónico del sonido para conseguir llamar la atención del espectador que reclama estridencia, rapidez, y superficialidad, es decir, se asocia el contenido y su representación sonora para conseguir un sonido capsular, plano, escaso, comprimido. Una mezcla deplorable de los elementos que son capaces de acabar con la esencia de cualquier obra y que nos han llevado a esta “normalidad”, constatada en los eventos y espectáculos públicos televisados, o escuchados de forma presencial: exagerado y espantoso.

En medio de esta calamidad es muy probable que ocurra un fallo tal, que logre entorpecer la capacidad del intérprete vocal para ubicarse en el centro tonal de una pieza dada,  me ha sucedido en varias ocasiones y hay que ser muy cuidadoso y tener alguna experiencia acumulada para no errar la entonación y evitar todo tipo de críticas y frustraciones. En situaciones de retransmisión es aún más frustrante, ya que por lo general estas actuaciones quedan registradas y son reproducidas hasta el cansancio, para horror y vergüenza de la persona afectada, incluso si ha demostrado en distintas ocasiones su aptitud y capacidad.

Un asunto delicado, en resumidas cuentas.

P.D. Claro, estamos hablando de música “melódica”, en la que es posible apreciar la tonalidad, el ritmo y la melodía.

@vosto ©2016

Guillermo Carrasco

Author: Guillermo Carrasco

Músico de amplia trayectoria dentro del mundo del rock y el pop en Venezuela. Ha sido voz de diferentes spots publicitarios para TV y locutor de espacios radiales. Columnista y Voice-Over de NoEsFm.