Entre el ruido y la calma, la joven banda vallisoletano-murciana irrumpe con un primer trabajo que condensa catarsis, contradicciones y sensibilidad a flor de piel.
Con su EP debut, titulado “Golpes, flores”, Annapurna no solo presenta una colección de canciones, sino una declaración de intenciones: un mapa emocional donde se cruzan los golpes que nos rompen y las flores que, pese a todo, nacen del dolor. Desde los primeros compases, el cuarteto transmite una madurez sonora que desarma, un equilibrio entre crudeza y delicadeza que parece propio de una banda con más años a sus espaldas.
A lo largo de sus cinco cortes, Annapurna nos sumerge en un universo que bebe del post-hardcore emocional, del alt-rock japonés y del emo más introspectivo. Influencias como Viva Belgrado, toe o Fontaines D.C. están presentes, pero la banda consigue destilar su propia voz: una voz visceral, afilada y profundamente honesta.
El EP se abre con “Metamorfosis”, una pieza que sintetiza la tensión entre la fragilidad y la fuerza, leitmotiv que atraviesa todo el disco. “Domingo” golpea con fuerza desde el primer segundo, mientras que “Martes” da un giro hacia lo íntimo, con una guitarra acústica que susurra más que habla. “Lo sé” y “Tregua” ahondan en terrenos de duda y pérdida, mostrando una madurez lírica inusual en una banda tan joven. Todo ello sostenido por una instrumentación precisa y emocionalmente cargada.
En menos de veinte minutos, Annapurna construye un universo en el que la contradicción no es un defecto, sino un motor creativo. “Golpes, flores” es un primer paso firme, un EP que no teme abrazar la incertidumbre y que demuestra que lo melódico y lo visceral pueden —y deben— convivir.
Con este lanzamiento, Annapurna se posiciona como una de las propuestas más prometedoras del nuevo panorama alternativo español. Su EP debut es un testimonio de sensibilidad y fuerza, una pequeña joya que deja claro que lo mejor está por venir.
