Las noches de insomnio son un momento propicio para la reflexión y en ello, cada uno decide sobre que tópico volver. En las mías, un asunto recurrente es la evolución de lo que enfrento como espectador, las cualidades de lo que está ante mis ojos y mis oídos.
Ultimamente regreso asiduamente al fenómeno de la música pop, supongo que por deformación profesional; suelo observar cómo las nuevas agrupaciones y/o individualidades debutan con un trabajo producido y acabado en lo que podríamos llamar “un formato profesional”. Suele ser un disco terminado en el que intervienen elementos de la industria: algún productor, un par de ingenieros y generalmente un representante. Cualquier oyente de buena voluntad podría pensar que “eso de la música” es relativamente sencillo, solo requiere de un cierto capital y listo: sale una nueva producción. No estaría muy lejos de la realidad al pensar tal cosa; nadie duda que hoy en día es posible completar semejante tarea con prontitud. El error de juicio viene luego, cuando escuchas lo que hay detrás. No hablo de que tenga que ser necesariamente malo, ni bueno. Suele ser anodino, igual al resto.
Me atrevo a pensar en esas noches cálidas, que se hace necesario el consejo de un alma caritativa para explicar a los aspirantes a “nuevo talento”, que es necesario un tiempo, un período de gestación, de formación del embrión para traer al mundo ese tema, esa canción que es el fruto de aquella maduración.
Se trata por lo general del resultado de una “experiencia”, cuyo orden no es posible distorsionar ni trastocar. Primero tienes la experiencia, la digieres, luego la verbalizas, la concretas, le das forma en un gesto artístico y se convierte, con el favor de las musas, en una obra. Luego, al fijarla fonograficamente, es posible que sea compartida y si la dicha es buena, disfrutada y admirada por alguien más.
De aquella manera suceden las cosas cuando están llamadas a dejar una huella, sobre todo en tí mismo. Cuando van a servir para escribir el expediente de tus sueños y el archivo de tus memorias, de tu vida. Se irán sumando con suerte otras experiencias, más allá del software, del pre-amplificador o de los parlantes y micrófonos de marca.
Espero que así sea y me vuelvo a dormir.
Guillermo Carrasco
©2014