Para quien no la conozca, Jonatha Brooke es una cantautora de folk rock nacida en Boston, Massachusetts.
Desde allí, desde una de las ciudades más antiguas de los Estados Unidos, decidió conquistar el mundo junto a su amiga y paisana Jennifer Kimball, una yunta que comenzó en 1.980 y cristalizó en el grupo The Story (su primer disco se llamó: “Grace in Gravity”). Con ese grupo tuvo ocasión de adentrarse en algunos círculos de la música folk y obtener una experiencia en creación y producción, que junto a la que le aportó su para entonces compañero de viaje, el francés Alain Mallet, sirvié para materializar el disco “Plumb”, logrando así entrar con mayor fuerza a las listas de difusión y preferencia de los programadores de radio en su país, irrumpiendo en 1.995 -de aquella manera- incluso en mi discografía. Estuve extasiado en sus canciones por un tiempo y decidí seguirla más de cerca, incluso animé a algunos amigos a hacerlo y así conocimos de ella y de su música. He podido disfrutar incluso de la sentida versión que hizo del famoso tema: “Eye In The Sky” de Alan Parsons.
Ha pasado el tiempo, ha sufrido las transformaciones de rigor y hoy en día, gracias a la cibernética bondad de mi buen amigo Pedro Castillo, puedo disfrutar de su recién estrenado disco: “Midnight Hallelujah”. Me ha gustado particularmente el tema: “I´ve got nothing”, poesía para llevar cerca.
Una vez más Jonatha Brooke nos demuestra que es capaz de producir sus propios discos sin tropiezos e incluso, que es capaz de intentar llegar a una mayor audiencia, transformando sus canciones, antes completas, llenas de metáforas y acompañadas de arreglos intrigantes e ingeniosos giros armónicos, en ideas más concretas, más directas, casi minimalistas, pero sin sacrificar el contenido emocional de sus letras y la narración exhaustiva de sus más íntimas experiencias. Se ha atrevido con el teatro y en N.Y., off Broadway, montó su propio monólogo musical: “Mi Madre tiene 4 Narices”.
Jonatha Brooke ha transitado por eso que llaman un fuerte predicamento, la separación, la decadencia de las ventas, la enfermedad fatal de su madre y aun así, ha resistido (como debe ser) y ha perseverado en busca de un muy bien ganado espacio en la tarima del gusto popular. Este, el suyo, es un disco -como no podía ser de otra manera- personalísimo. Acompañada de su guitarra (es muy buena ejecutante) y de sus múltiples talentos a la hora de componer e interpretar, ha dispuesto esta serie de temas que son sin duda un reflejo de la madurez y de la ampliación del espectro. No he hablado con ella, pero es la sensación que me transmite su nuevo disco.
La carátula nos muestra una habitación casi destruida, abandonada, como testigo de una inundación, o quizá del deterioro debido al paso inclemente de la depresión por la vida de sus ocupantes. Eso ya queda a la libre interpretación de quienes la ven y la escuchan. Bien vale la pena echarle un vistazo.