El platense Juan Irio acaba de publicar “Baladí”, un álbum de delicadeza intimista que expande su colorido universo musical solista.
Juan Irio es un joven y experimentado músico de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Desde mediados de la década del noventa ha integrado varios proyectos musicales siempre de diversa índole estética y manteniendo una firme postura ética al costado de tendencias de la industria.
Irio supo integrar bandas como Felipe Misterio (1994 a 1996), OSH (1995 a 1999), Wendy Side (1998 a 1999), Plupart (1999 a 2002), Thes Siniestros (2004 a 2014), Palmera Club (2014 a 2015) y, finalmente, El Estrellero, grupo que en la actualidad se cuenta entre lo más exquisito del pop argentino de la última década.
Como solista ha editado tres discos: “Síntesis de los viajeros en el valle” (2003), “El ideal de lo común” (2014) y “Baladí” (2019).
Producido por el mismo Irio, a la par de Juan Baro y mezclado por Lautaro Barceló (sus compañeros de El Estrellero), “Baladí” se compone de seis canciones grabadas durante el pasado mes de abril.
En apenas unos veinte minutos, Juan Irio desencadena una delicadeza intimista que a priori pertenecen a un narrador en estado de fragilidad. Sin embargo, hay un poderío en este cancionista que se devela estoico. Despojado, entre guitarras, piano y ukelele, o entre finas orquestaciones, Irio eleva interrogantes para quien está del otro lado: ¿Quién me cobija hoy cuando todos los planes salgan mal o no sean suficientes? ¿El recuerdo es antídoto o trampa? ¿Cómo encontrar la paz cuando lo supuesto falla?
Según explica el músico, este nuevo esfuerzo solista surgió en medio de las sesiones de grabación del tercer disco de El Estrellero. “Yo había pedido tomarnos un tiempo con la banda porque estaba por nacer mi hijo y necesitaba parar. Y no era sólo por eso, necesitaba tomar un respiro porque hacía veinte años que no paraba, entre ensayos todas las semanas, fechas, pensar día tras día en cuestiones de la banda. Eso es algo que disfruto muchísimo, pero en un contexto de explosión de obligaciones y paternidad, se me hizo difícil. Así que pedí parar seis meses, y volver”, recuerda.
“Aprovechamos ese tiempo para grabar el tercer disco con tranquilidad, pero al cabo de unos meses empecé a querer más. Así que me daba vueltas en la cabeza la idea de otro disco solista. Soy bastante tímido, me siento mejor cuando estoy en banda, acompañado, y por eso es que mi parte solista no la exploté mucho. Por necesidad, y para que estas canciones que formaban parte de mi colección privada no se me perdieran en el olvido, es que decidí grabar “Baladí”. De un día para el otro, y en dos semanas, tenía el disco terminado. No tuve ni tiempo para pensar si quería seguir guardando o no estas canciones”.
El disco se siente orgánico. ¿Cómo fue el proceso de grabación? ¿De qué manera fueron apareciendo las canciones?
Las canciones formaban parte de mi colección privada, las que no llevé a las bandas en las que estuve, o las que sentí que hablaban mucho de mí como para ir por ahí mostrándolas. Hasta ahora, obvio. “Respirador”, “Ventanas” y “Sin” tienen casi veinte años, por ejemplo. Las tocaba en casa, no solía mostrarlas mucho. “Ventanas” llegamos a grabarla para el primer disco de El Estrellero, pero la descartamos porque nunca me terminaba de cerrar ese sonido más de banda para una canción que yo concebía más íntima, desolada. Creo que a partir de ahí es que se fue dando ese tono orgánico para el disco, porque todo debía sentirse así de desolado. Las canciones de “Baladí” hablan del momento en el que el amor lastima, y salvo la que da titula al disco, el resto sufren la llegada del olvido. Ahí me parece que está el gen de esta obra, en la llegada del olvido y la aceptación de que tarde o temprano, el amor se termina. Para grabarlo, compartí la producción con Juan Baro, tecladista en El Estrellero, porque además de ser el mejor de nosotros, es un músico fuera de lo común, capaz de entender una idea y llevarla a cabo con una facilidad y maestría que no deja de sorprenderme. La admiración que siento por él, más allá de que es mi amigo y no soy objetivo, se queda corta. Me pasa algo similar con Lautaro Barceló, que mezcló el disco y estuvo metido también en la producción desde el primer momento. Son dos personas que dan siempre más de lo que uno espera de ellos, y el mérito de que este disco me guste tanto es cien por ciento de ellos.
Juan Irio es un tipo de agenda completa. Una vida común repartida entre familia (es padre de dos hijos), hogar, grabaciones, proyectos individuales, El Estrellero, los conciertos y algo más. Entre huecos y horas encontradas en un revuelto calendario, encontrar el equilibrio es primordial para llevar adelante un presente estimulante que permita cultivar responsabilidad y los deberes propios de una curiosidad inquieta.
“Hoy, que no estoy tocando ni ensayando como antes, puedo hacer todo lo demás sin volverme más loco. Tengo dos hijos, y si hay algo que no me sobra es tiempo libre, pero aún así ya estoy preparando un nuevo disco como solista, que seguramente editaré antes de fin de 2019”, explica el platense. “Esta vez en formato banda, opuesto a “Baladí” de principio a fin, bailable, narcótico y creo que rupturista para mi discografía. Son canciones que hice hace dos veranos y las pensé puntualmente para este disco. Me motiva muchísimo grabarlo, pero no me desespera como antes, que vivía eso con locura y obsesión. Ahí tenés un poco de la maduración de la que hablamos”, detalla sobre sus planes para los meses que se vienen.
¿Cómo se equilibran las inquietudes personales siendo parte de un grupo con el impulso del Estrellero? ¿Hay prioridades o se hace cuando se puede?
En El Estrellero se da un caso muy particular: los cinco somos bastante activos para iniciar nuevos proyectos, estamos constantemente iniciando cosas, tenemos proyectos paralelos, algunos vinculados a la música pero también a la literatura, al diseño, a la pintura e incluso a la gastronomía. Quiero decir, casualmente convivimos en El Estrellero, pero alrededor de la banda hay también una enorme cantidad de proyectos que se encuentran activos y nos tienen muy ocupados. Ya ha sido milagroso coincidir tantos años, sacar dos discos y más también, grabar un tercero y haber girado tanto. Debe de ser porque nos encanta tocar juntos, desde el primer día que entre nosotros se dio una química muy particular que siempre subrayamos porque durante mucho tiempo fue mágico compartir el día a día juntos. Hoy por hoy, El Estrellero se mantiene vivo porque está grabando su tercer disco, que podría ser incluso su obra más acabada. Pero no estamos tocando como antes, por las razones que te dije y porque entendimos que también era hora de priorizar esos otros proyectos. Sólo volveremos por razones que valgan la pena, para presentar el disco o para alguna gira que nos motive. Esa forma de entender la banda la vuelve un poco inmortal, que es lo que deseamos con aquello que amamos tanto.
A tu edad ya sos un músico bien experimentado. Tenés hecho un camino intenso y diverso en lo estético. ¿Sos de tomar perspectiva sobre tus diferentes etapas?
Recién ahora, porque aparecen estas preguntas sobre maduración y caminos transitados es que empiezo a pensar en perspectiva mis diferentes etapas. Yo siempre viví la música como un presente, porque desde que tenía 14 años que ensayo todas las semanas, a veces hasta tres veces, y no entiendo una vida sin eso. En la vorágine, no hay tiempo para pensar en perspectiva, uno vive el día a día como un presente y a veces por ahí tenés un rato para repasar viejas etapas o reescuchar discos que hiciste hace diez años. Nunca como ahora, que por ahí puedo analizar mejor lo que hice en Ojo Shangai, con quienes giramos por todos lados cuando yo tenía 18 años, o con Wendy Side y Plupart, que fue una etapa súper creativa de búsqueda personal y de abrirse camino, o en Thes Siniestros, por ahí a donde tuvimos mayor tiempo para desarrollar un concepto de banda en constante mutación y con hambre de discos con concepto bien definido. El presente en El Estrellero o con este disco en solitario no es algo que pueda abarcar completamente todavía, siento que queda mucho por decir.
Por momentos estas canciones proponen una reflexión entre la intimidad del artista y el escucha también un contraste entre lo personal y ya cooptado por la industria. ¿De dónde proviene esa mirada? ¿Te imaginás siendo un músico masivo?
Creo que Juan Irio y músico masivo son dos conceptos que no pueden ni van a tocarse jamás. Hemos seguido caminos diferentes, a mi pesar o no tanto, pero también a causa de elecciones estéticas que no siempre han estado cerca de los patrones impuestos por la industria. Me da gusto haber hecho siempre lo que quise hacer y no lo que se estaba haciendo. Cuando estalla el indie en Argentina, me volqué al rockabilly, y fue por ganas de hacerlo, inquietud artística de vivir una banda que tocara el rock and roll primitivo, aún cuando musicalmente siempre hice indie antes de que empezáramos a llamarlo así. No me ha motiva un cauce, sino más bien una orilla. En “Baladí”, por ejemplo, quise un disco parecido a los que escucho y amo, sonoridades a lo Scott Walker, Collin Blunstone, Nick Drake o Harry Nilsson. No es precisamente lo que la industria está pidiendo o imponiendo. ¿No te pasa que todo termina sonando igual, incluso aquello que se mostraba distinto y tenía un brillo propio? ¿No te pasa, como a mí, que te enganchás con algo nuevo y de repente te la baja cuando le mete el “dem bow” que aparece como un motivo espantosamente invasivo? Bueno, eso es masivo. Yo no.
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