Los Hermanos Karamazov, banda argentina de post-punk, acaba de publicar su nuevo disco, “La Primavera Árabe”. Crudos y sombríos, el cuarteto está listo para atacar
Apareciendo y desapareciendo como por arte de magia, Los Hermanos Karamazov (LHK) cultivan un aura misteriosa dentro del circuito de rock independiente rosarino. Corridos de las tendencias y cuidadosos de no prenderse al juego del autobombo que reina en la era de Instagram, alimentan su leyenda con canciones y elegidas apariciones, haciendo contar cada recital como una entrega diferente.
La banda está integrada por Franco Zacarías en voz, Pablo Jubany en guitarra, Silvio Baltazar Markov en bajo y Lucho López en batería. Además se debe mencionar a Ignacio Molinos y Charlie Egg como socios creativos en producción o tras las consolas (en estudio o en directo) a través de los años.
Tras un extenso silencio, el 2019 encontró a Los Hermanos Karamazov de vuelta en acción. Primero con fechas varias, luego lanzando un registro en directo llamado “El regreso de los muertos en vivo“, capturado en noviembre de 2018 en el mítico Berlín Café. El título, más que una referencia pop que busca el punch de la ocurrencia parece ser un guiño de mea culpa sobre naturaleza inconstante de la banda.
Ahora el cuarteto estrena nuevo material y lo hace mostrando gran forma. “La Primavera Árabe” está compuesto por canciones sin paz. Son nueve pistas furibundas que narran la vida de unos jóvenes enlistados – ad hoc- en el conflicto que se inició hace algunos años en el norte de África.
Son canciones de piel dura, curtida por los golpes, la lucha y los vientos en contra. “Civiles”, “La peor derrota”, “Túnel oscuro” y “Algún hospital”, en otras, no ofrecen ninguna tregua. No hay seguridad en estas canciones, solo lucha compartida entre hermanos de trincheras.
Con su voz rasposa Zacarías dispara líneas carentes de armisticio. “Bienvenida a la vergüenza del acero”; “Estoy listo para el terror”; “Ocultando niños bajo las baldosas”; “Nadie toma nota del temor de los que viven en las sombras”. Son gritos desde el entripado; banderas empapadas en sudor, sangre y supervivencia.
Afilados sobre el sendero de un (post) punk urgente, Los Hermanos Karamazov suenan más sucios que antes. Más dañados, también. Algo rotos por el paso del tiempo, pero también más seguros de dónde quieren estar y cómo quieren sonar. No hay distención en este disco, es un filo trepidante de color ocre que no admite colores ni frivolidades. La banda está aquí para trompear al contrincante y no da respiro hasta que alguien caiga KO. No cabe la posibilidad de oasis ni refugios. Son poco más de veinte minutos de reflujo áspero de dientes apretados.
“La Primavera Árabe” fue grabado y mezclado en la Mansión Mutante por el ya mencionado Molinos. El proceso de elaboración del nuevo trabajo llevó más tiempo de lo esperado debido a circunstancias personales de algunos integrantes y algunos problemas técnicos que debieron resolverse con nuevas –e inesperadas- sesiones.
“Fue muy extensa la grabación”, señala el vocalista Franco Zacarías, algunas horas antes de dar a conocer las nuevas canciones. “Hubo algunos viajes en el medio y algunos experimentos y grabaciones con defectos de algunas partes que debieron repetirse”, confía
En su totalidad, “La Primavera Árabe” demandó alrededor de dos años y medio. Esfuerzo que ningún Karamazov pudo imaginar de antemano. Sin embargo, entre idas y venidas, el trabajo fue enseñando nuevas maneras de salir de adelante para el grupo. Confiados en la potencia en las canciones, parte importante de la creatividad surgió en el mismo proceso de grabación.
Primavera
En enero de 2011 varios países de Medio Oriente fueron sacudidos por revueltas, levantamientos y protestas que dejaron como resultado una reconfiguración del mapa de la región. Esas acciones rápidamente fueron tituladas como “Primavera Árabe”.
En poco más de tres meses algunos gobiernos prooccidentales fueron derrocados: en El Líbano el parlamento expulsó del poder al gobierno de Saad Hariri y los movimientos populares derrocaron a Zine el-Abbidine Ben Ali en Túnez. Finalmente, en Egipto, a Hosni Mubarak, posteriormente arrestado.
Las raíces de las revueltas árabes se encuentran en la dependencia económica, la geopolítica de los hidrocarburos, el intervencionismo de los distintos bloques imperialistas y por un historial de ajustes estructurales por parte del FMI.
Los Hermanos Karamazov dan rienda suelta a una narrativa que introduce al oyente directo en medio del conflicto. Es un POV que se interna más allá de la línea de fuego, las canciones acompañan a un gesta de resistencia, sin lugar para claros de épica. Son canciones de supervivencia, de desesperanza declarada, de entrega y sacrificio.
“Hay un arco argumental: el conflicto denominado Primavera Árabe. Que se ha cobrado millones de vidas desde su comienzo en 2011 hasta la fecha”, explica el cantante y frontman del grupo sobre el concepto/combustible del nuevo álbum.
“Estas vivencias tienen cita en lo que pienso fue la más grande revolución de nuestros tiempos”, apunta. “Hay una historia basada en unos jóvenes que se ven afectados profundamente por la constante guerra en algún lugar de medio oriente. Sus vidas se ven afectadas de tal manera que irremediablemente terminan involucrados en el conflicto debiendo abandonar toda esperanza de lo que sería una vida normal”.
Lúgubre y rabioso, “La Primavera Árabe” se siente más oscuro que el debut homónimo del grupo, editado por Soy Mutante en 2012, lo que inmediatamente puede generar una lectura más cercana al presente latinoamericano que al lejano continente africano. Sin embargo, el vocalista es el primero en clarificar el hilo conceptual del disco: “Si bien hay muchos indicios de que las letras hablan de un presente nacional, no hacemos ninguna alusión a lo que sucede en Argentina”.
Acerca de la impronta cruda del grupo en 2019, Zacarías observa que “La banda ha mutado en una versión mucho más punk rock desde nuestro primer disco hasta ahora, especialmente en las voces. Tal vez sea la identidad que buscábamos en un principio sin demasiados resultados”, reflexiona. “Creo que esta identidad nos sienta mejor”, agrega.
Presente
Alternando entre periodos de silencio y actividad, LHK viene tocando desde hace bastante. ¿Cuánto cambió el circuito rosarino en lo referido a espacios para tocar? ¿Hay disponibilidad para las bandas que detentan un volumen considerable como ustedes?
Creo que más allá de los problemas ha cambiado para mejor. Cuando nosotros empezamos a tocar ibas a hablar con el dueño de un bar y te decía que le tenías que poner una frazada a la batería para que no meta tanto bardo. Era muy jodido encontrar un lugar para tocar, más si eras un pendejo sin muchos conocidos en la movida. Recuerdo que nos fuimos a vivir a Buenos Aires y era igual, o peor que acá. Hoy en día hay más respaldo para la cultura y más lugares que te abren las puertas para tocar sin tantas restricciones. El problema es la guita. Nosotros tocamos dos veces por año porque cada vez que tocamos vamos para atrás como el cangrejo y si no tenemos un par de luquitas ahorradas no nos alcanza para cubrir los gastos de la fecha. Pero lugares en todo caso hay, antes no había ni eso.
Más allá de esos periodos de actividad o silencios, la banda siempre mantuvo un perfil bajo, siempre a un costado de todo, ¿por qué?
No lo sé. No creo que haya sido algo intencional. Creo que hubo mucha desidia y falta de trabajo en lo promocional tal vez. Si uno busca entrevistas y tocar mucho y figurar más creo que de alguna manera puede hacerlo. En cierto punto creo que hay algunos canales de difusión accesibles para cualquiera. Creo que es cuestión de ocuparse y nosotros no lo hemos hecho. Recién ahora hemos activado un poco las redes sociales por la inminente salida del disco, por ejemplo.
¿Se pueden hacer canciones comprometidas con su tiempo sin bajar línea de manera obvia?
Creo que sí. Repito que no hablamos de nuestro lugar en este caso, aunque termine habiendo paralelismos, pero creo que sí se puede no ser obvio. Yo particularmente tengo muchas influencias para escribir letras, y generalmente tienen más que ver con lo poético que con lo directo. Creo que siempre me gustó que me digan o expresen algo con un cierto decoro estético y romántico. Y no tanto a las puteadas y a puro grito y de manera directa. No sé, es simplemente una preferencia.