
El zumbido de una abeja, que va volando entre música afrovenezolana, un toque de mozambique y groove funky, se escucha en el primer track que abre el disco Volumen dos (2014) del proyecto venezolano Monsalve y Los Forajidos. El nombre no podía ser mejor para una banda que desafía patrones rítmicos y cualquier esquema. El combo del bajista Raúl Monsalve es de esos experimentos que no defraudan y dejan el sabor de oír más.
Después de la buena crítica que tuvo su ópera prima, Mecha (2009), Monsalve siguió la senda del afrobeat, el free jazz y los sonidos latinos para ahora presentar el Volumen dos, donde se adentra en la música afrovenezolana de Curiepe (Barlovento, estado Miranda) e incorpora elementos de sonoridades caribeñas que no estaban en el primer disco.
¿Quién es Raúl Monsalve?
Es difícil imaginarse esa larga trayectoria musical y académica que se esconde detrás de la sencillez que aflora naturalmente en Monsalve, quien goza del respeto de otros colegas con más años de experiencia. Eso es decir bastante.
Las andanzas musicales de Raúl Monsalve se remontan al Supremo Hongo Imaginario, -finales de los 90-, grupo de pop rock experimental liderado por Utam. Más tarde formó, junto a Rubén Dhers y Hugo Mármol el recordado proyecto Kré. Y, por supuesto, no se puede dejar de mencionar a Cabezón Key de Ezequiel Serrano hijo.
A su vez, Monsalve también ha cursado estudios académicos, entre los que cabe mencionar su paso por la Escuela de Música Lino Gallardo, el Taller de Jazz de Caracas y la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela (Mención Música), de donde es egresado. Y, hasta ahora, su más reciente postgrado en Londres en el área de Etnomusicología.
La investigación y el haber pasado por varias bandas importantes en la escena experimental venezolana han nutrido la formación de Monsalve, así como también su interacción con músicos como el saxofonista Pablo García -desde los 70 se mantiene haciendo free jazz- y el percusionista Orlando Poleo.
Con Kré grabaron dos discos esenciales: Ruido doméstico (2002) y El radio en la cocina (2005). Después de esta experiencia, que dejó una huella en la música venezolana, vino la elaboración del álbum Mecha.
“Luego de Kré, que era un proyecto difícil por su característica instrumental, Rubén Dhers se va a Alemania. Después me uno a Viruta, Leo, ‘Chemi’, -ya venía trabajando juntos- para grabar una primera sesión del disco Mecha. La segunda tanda del disco la grabamos en un estudio de la vieja RCTV que estaba abandonado, yo tenía el contacto en ese estudio. Y bueno hicimos el disco. Después me voy a Londres gracias a una beca para estudiar Etnomusicología. El disco sale estando yo en Londres”, comenta Monsalve.

El toque afrovenezolano
“Allá en Londres armo una versión de Monsalve con Afla Sackey, de Ghana, -maestro de la percusión- con músicos ingleses, latinos. Trabajamos durante un año. Pero el comienzo del Volumen 2 fue en Caracas. Los estudios de Etnomusicología influyeron también, ya que mi trabajo de campo se basó en la música de Curiepe”, dice Monsalve sobre la preparación de su segunda producción.
Este Volumen 2 se gestó, como ya indica, en Caracas con la incorporación de nuevos músicos: Juanma Trujillo (guitarra), Rafael Greco (flauta y saxo) y José Ignacio Benítez “Domingo en Llamas” (guitarra). Ya estaban Gustavo Guerrero (guitarra), José Miguel “Chemi” Gutiérrez (teclados), José “Viruta” Martínez (congas), Leo Córdova (batería) y Monsalve en el bajo y dirección. El álbum cuenta con las participaciones especiales de músicos de Barlovento como Luis Germán Camacaro, Johan Aguilar y Luis Felipe Hidalgo (tambor culo e’puya), del grupo Afrolibertad. Igualmente están invitados Manuel Moreno -del Grupo Herencia- (tambor mina y bongó), Sulyn Villarroel (curbata), Noel Mijares (trompeta) y Orestes Gómez (campara y shekere). La masterización estuvo a cargo del ingeniero de sonido Germán Landaeta y la mezcla de sonido al mando de Fidel Goa.
Este trabuco hizo posible el tan esperado segundo disco de Monsalve, compuesto por siete temas más un bonus track:
Abeja sobre la Autana: “En San Bombó -grupo venezolano- tenía la melodía del tema, así que la agarré como inspiración, y le incorporé el mozambique al estilo de Eddie Palmieri, el mozambique de Nueva York, que tiene variaciones del cubano. Le incorporé ese ritmo en batería, además tiene funky y afrobeat”.
Black and Decker: “Fue grabada para un corto originalmente. Yo creé el coro que no tiene ningún significado. Es una especie de chachachá en 15 por 8, luego se vuelve 4 por 4, es una métrica bien rara. Tiene esa onda boogaloo de los años 60”.
La carcajá: “Es una colaboración con los músicos de Curiepe. La grabamos en el estudio antes de irme a Londres. Conocí a esos músicos por mi trabajo de campo en Curiepe, durante las fiestas de San Juan. Johan Aguilar se me acercó y me llevó a la capilla a grabar. Hay culo e puya, y tiene una tonada nueva, la hizo Arturo Castillo, donde se ríen, pero es nueva. La crearon en la capilla el 24 de junio y yo hice un arreglo”.
Impulso: “Es free jazz total. Quería una página en blanco en el disco con ese toque de Greco y Juanma. Les di a ellos riendas sueltas”.
No llevo kaleta: “Tiene tambor mina, está Manuel Moreno de Herencia. Es funk con mina. Este tema se repite -está en Mecha-, pero le hicimos nuevos arreglos”.
Puro trote: “Es una especie de hip hop soul. Metí ruidos de las calles de Caracas. Quería llevar la jornada diaria. Transporte, gente que habla, tiene improvisación. Hay recursos de trabajo de campo, en eso hay experimentación. Pero no es free jazz, hay una estructura organizada”.
Delia Fiallo: “Es una especie de guaguancó. Gustavo lo trajo también para un corto, su idea era una salsa palmeriana, pero se necesitaba más instrumentos. Gustavo lo llevó al ensayo y le hicimos variaciones. La parte del medio sí es free jazz. Los instrumentos los intervenimos. Es de mis favoritos. El espíritu es Palmieri. Es una idea de Gustavo, pero el tema lo hicimos entre todos”.
De manera resumida Monsalve describe cada pieza que forma el repertorio de su segunda entrega. El bonus track es Puro trote en remix hecho por Jorge Herrera. El concepto del disco es libertad, jazz, improvisación, afrobeat, música latina y afrovenezolana, todo fundamentado, primero, en el trabajo de campo de Monsalve, que es parte de su investigación etnomusicológica; y, por supuesto, en el aporte de cada integrante del proyecto. Y es que esa compenetración enérgica y esa libertad se sienten en este disco.

Un experimento que suena diferente
“Considero que la música de Raúl es el resultado de una síntesis de influencias muy variadas. Es una persona muy curiosa y con referentes musicales bastante amplios. Su experiencia como músico lo ha llevado a diversos contextos, tocando en bandas de rock, tocando salsa con Poleo, música improvisada en Europa. Su nexo directo con algunos de los cultores de la música afrovenezolana y su investigación lo han llevado a escuchar y familiarizarse con el afrobeat, el swing, ciertas corrientes del avant garde norteamericano; así como con muchas manifestaciones de la música folclórica venezolana y latinoamericana, y pienso que eso informa su estética general. Al final todos los artistas somos el resultado de las influencias que han causado impacto en nuestras vidas y, en el caso de Raúl, esa combinación de influencias es bastante diversa e interesante. Es por eso que su música tiene un carácter bastante específico”, señala el guitarrista Juan Manuel Trujillo (Juanma) sobre los elementos que caracterizan el experimento de Monsalve.
Y en cuanto a qué diferencia este Volumen 2 de Mecha y acerca del proceso de elaboración del disco, Juanma responde: “Creo que es otro concepto musical, esencialmente, directamente afectado por la logística de cómo se realizó todo. Yo no estaba en el país cuando ellos grabaron las bases de los temas. Y luego, teniendo a Raúl fuera del país tratando de darnos instrucciones a distancia, la menor de mis preocupaciones en la grabación era tocar las guitarras, sino como coproductor asegurarme de que su visión de todo se realizara fielmente. Considero que la música suena muy diferente porque el proceso fue muy diferente. Ciertamente diferente a cómo he hecho mis propios discos. Creo que en ese caso hay una tensión, en el buen sentido de la palabra, presente en este disco que quizás no es parte del primero. Toda esa dinámica es el resultado de músicos como nosotros, que somos la mayoría básicamente, que no tenemos el apoyo de ninguna maquinaria detrás, pero igual estamos tratando de documentar nuestro trabajo a toda costa. En ese caso vale mencionar el trabajo de Fidel Goa como ingeniero de mezcla, quien realmente se encargó de darle una sonoridad cohesiva a todos los tracks, pienso que eso fue muy importante. De resto, el tiempo que estuvimos en Caracas juntos tocando con la banda fue muy gratificante para mí. Raúl básicamente me dio carta blanca para lidiar con la música de la manera que yo quisiera, y esa sensación de libertad creativa fue bastante satisfactoria”.
Mientras, el baterista Leo Córdova, quien también estuvo en Mecha, dice: “Para este segundo disco hemos procedido de la misma manera que en Mecha, es decir, Raúl trae una composición y nos propone la forma en que él la concibe y nosotros vamos aportando ideas hasta que el tema encaja, por decirlo de alguna manera. En ese sentido, Raúl permite que nosotros desarrollemos nuestras propias ideas. Por ejemplo, en el caso de la base rítmica, un elemento fundamental dentro del concepto del grupo, las bases van saliendo a partir de una idea de Raúl o de otro miembro del grupo”. Y sobre la novedad del álbum: “En Volumen 2 Raúl incorporó en la grabación la música afrovenezolana. Hace tiempo atrás, el grupo estaba trabajando en una idea de Raúl, que consistía en mezclar el sonido afrovenezolano con el funk. Esa fusión se materializó en varios conciertos que hicimos en 2010”.
Ciertamente se siente el sonido afrovenezolano como un elemento distintivo en esta placa mucho más trabajada que el primer disco.
Lo que vendrá
Cuando nos encontramos con un músico con influencias tan diversas, es inevitable sentir la curiosidad por saber quiénes son sus referencias en ese vasto mundo sonoro. Monsalve es ante todo un melómano. Una máquina de absorber músicas de todas partes del mundo y más si en Londres tuvo la oportunidad de compartir con músicos y proyectos de distintas nacionalidades. Y más si vive en otro crisol musical como lo es París.
Del mundo latino, al primer músico que Monsalve menciona es Eddie Palmieri. “Lo oigo desde hace años. Mi primer disco que compre de él fue Superimposition, y lo estoy analizándolo, las líneas de bajo. También me gustan Palo pa’rumba, Sentido, Vámonos pal monte”.
Del jazz, “Miles Davis es fundamental. Bitches Brew es increíble, donde él mete guitarra eléctrica. Es un músico que le daba la vuelta a todo. No se trata de rebuscarse sino buscar formas de composición”, asegura el bajista.
Y en cuanto a la música venezolana, dice: “Lapamariposa y Bacalao Men. Y bueno antes, Autana de Orlando Poleo y Ricardo Chitty. Un proyecto experimental bárbaro que lamentablemente no grabaron. Fue una especie de Frank Zappa. Y bueno Un, Dos, Tres y Fuera es de los grupos que más me encanta. Ese grupo suena más rural, más inocente, no está la cosa jazzística. Tiene algo accesible y eso me gusta. Tiene algo de funk también”.
Un músico como Monsalve tiene muchísimas ideas y, por supuesto, varias iniciativas musicales que va materializando de forma paralela. Por ejemplo, hizo un dúo con la venezolana María Fernanda Ruette, quien vive en París, con quien grabó un demo mezclado por José Ignacio Benítez (Domingo en Llamas). Ruette canta y toca cuatro. Por otra parte, el bajista está tocando con la cantante francesa Elodie Milo, quien estuvo viviendo un tiempo en Venezuela. Anteriormente dijimos que a Monsalve le gusta estudiar y descubrir, no en vano se halla indagando el gamelán -música tradicional de Indonesia-. El bajista irá dando a conocer, en su momento, éstas y más propuestas musicales.
Monsalve piensa grabar un tercer disco con Los Forajidos, banda que ya está armando en París con otros músicos. Así que hay Forajidos pa’ rato.