No por casualidad esta disyuntiva fue resuelta con un solo verbo en el idioma de Shakespeare. Es un asunto de difícil digestión. Es también mi consejo favorito cuando alguien me increpa para dar “un mensaje a la juventud”, cosa harto pavosa y sin efecto positivo conocido.
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Dicho esto, debo agregar que no es lo mismo, pero es conveniente unir ambos estadios. Me explico: cuando se me pide aconsejar, no puedo hacer otra cosa que recomendar aquella actitud que he reconocido en mí como buena, después de largos años de trayecto y habiendo comprobado que la relación costo- beneficio es asumible y coherente. De allí que no tenga sentido darlo como receta, puesto que cada uno debe matar las pulgas según le piquen y/o molesten.
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No obstante, siento que me ha resultado saludable procurar siempre ser, o ir siendo, para luego poder estar, o ir estando, en proporción directa de lo uno con lo otro. Ya sé que parece un juego de palabras, pero estoy seguro de que una vez leído y revisado, se comprenderá.
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En el mundillo de lo público, en tanto que intérprete, creador o espectador del arte, siempre hay que ser y estar. Ser un reflejo de uno mismo (siendo eso que se cree ser) y ejercer de ello para procurar luego estar, en los momentos cruciales. No es fácil conseguir ese equilibrio, pero es un buen ejercicio. Ser para tener algo que decir y estar para poder decirlo, preferiblemente en ese orden-.
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Una vez que se ha convertido el arte popular en una pose, una “actitud” y un “parecer”, se ha desvirtuado la posibilidad de hacer arte y mostrarlo. El “rock” y el “pop” son víctimas preferidas de tal acoso. Vale más cómo te vistes, cómo te peinas o cómo y con quién posas, que lo que realmente tienes que decir, si ello existiese.
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De perdidos al rio.
Guillermo Carrasco @vosto
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