Isaac Sasson prepara sus memorias

“Mijo aguante y aguante que los varones no lloran. Tranquilo que Diosito se encargue y sabrá retribuir. Ay mamá no hay que llorar. Ay mamá solo voy a trabajar”

Es un canto con olor a tierra húmeda, a lluviecita mañanera, que se desprende de las manos agrietadas y unos pies callosos que se pierden en el infinito de la sabana o, tal vez, en la bruma. Es el primer sencillo del disco “Memorias del canto campesino” que nos presenta el percusionista, productor y cantautor Isaac Sasson.

Este joven caraqueño ama la naturaleza. Pero ¿quién es?, ¿qué es este disco? Muchas preguntas se puede hacer quien lo escucha por primera vez. Para los seguidores de Domingo en Llamas y Colérico Espín, el nombre resulta familiar. Con el primero ha trabajado, y con el segundo todavía está activo.

Háblanos de tu vinculación con la música. Sabemos que estudiaste en Ars Nova.

Desde que tenía siete años ya había un cuatro en la casa, pero mi primer instrumento me lo regaló mi papá a los trece, fue una guitarra. A los dieciocho años empecé a tocar la batería y como a los veinte empecé a estudiar música. Hasta que una vez conocí a un productor que grabó un tema de Zaraza -grupo del cual fue parte-, se llama Salomón Lerner y nos habló de Ars Nova. Allí pasé cinco años, con Héctor Hernández y María Eugenia Atilano. Es una carrera larga que aún no termino. Paré un poco la carrera para terminar este disco y grabar el segundo de Colérico. Para mí la música es un sentimiento. Estudié la música para tratar de entenderla, pero me di cuenta de que para entenderla tenemos que entendernos como personas. Mi acercamiento a la música es por sensibilidad, no por algo intelectual.

Entre lo académico y autodidacta.

Sí, hay cosas de la música que sólo la madurez y la vida nos pueden enseñar. Siento que la música se completa y se convierte en arte cuando se junta con otras corrientes. Cuando estudiaba música y conocí el trabajo de Erik Satie -músico francés-, me pareció un tipo muy interesante, las anotaciones de sus partidas rompían el esquema, eran raras, podría poner cosas como tocar solo si estás feliz y ver un mono. Su manera de expresarse no era solamente musical; además se pasaba más tiempo con pintores que con músicos. Eso me gustaba.

En el centro, Isaac Sasson

 

¿Qué tal las experiencias con Zaraza, Domingo en Llamas y Colérico Espín?

¡Muy buenas! Con Zaraza tocaba con quienes siguen siendo mis mejores amigos, y tocar con amigos o con gente con que se tiene confianza es indispensable. Se siente más en vivo todo y la energía que se crea es increíble. Dos de ellos se siguen dedicando a la música y son muy buenos: Joseph Costi es pianista de jazz y vive en Londres, y Alejo Silva toca el bajo y tiene su proyecto. El otro es Javier Camacho que, si bien ya no se dedica a la música de lleno, es un tipo muy musical; él cantó unos coros y grabó un cuatro punteado en el disco. Y tocar con Domingo en Llamas fue fantástico, aprendí mucho como músico y como persona. José Ignacio tiene mucha experiencia.

Una de las cosas más importantes que aprendí fue a soltar los miedos para poder interpretar la música como se debe. Además, como ejecutante siempre es bueno aprender de personas que saben más. Yo escuchaba la música de José desde chiquito, desde que tocaba en Master Gurú. José Ignacio creo que ya es una referencia musical y una figura influyente. Mi forma de ver la música ahora, y más que todo para hacer este disco, fue muy orgánica y humilde. Escuché mucho a Antonio Estévez, Otilio Galíndez, Violeta Parra, Inti Illimani, recordando siempre que crecí escuchando The Beatles y cosas así. Tratando siempre que lo que quedara fuera lo más personal posible para ese momento. Las cosas han cambiado, pero sé que es un disco que se acerca mucho a lo que soy. Mejor dicho a una parte de lo que soy, porque primero que nada soy una persona normal, también me gustan mucho otro tipo de música y quiero hacer otras cosas, pero es una parte que quiero mucho.

¿Y cómo llegas a Colérico?

Hace tiempo la novia de Jesús vivía en mi cuadra. En ese entonces yo solía tocar batería en las tardes, entre dos y seis. Y un día Jesús y Andrea me tocaron el timbre, para hacer música, éramos chiquitos. Yo estaba empezando a ensayar con Domingo en Llamas. Y luego comenzó El Sol de los Venados, que es con Eduardo Pereira, Flores Solano, Jesús Fuentes y yo, enfocados más en la música latinoamericana. Dos músicos que pintan y dos pintores que cantan.

¿Consideras que ha comenzado una fase como solista?

Algunas de las canciones ya las había hecho antes de empezar a tocar con Colérico Espín. También hice un disco corto que no publiqué que se llama “Baladas para un malabarista”, solamente subí una canción a soundcloud. “Yo los quisiera invitar” era más con influencia de Sui Generis y The Beatles. No me considero un solista, me gusta mucho tocar con mis amigos. Sólo quise terminar las “Memorias del canto campesino” porque me parece un trabajo muy bonito. Aprender a grabar también me hizo largo el proceso. Además, el trabajo lo hice con Stefano di Cristofaro. Él ilustró y diseñó todo el librito del disco. Hicimos una investigación de una parte de lo que nos gustaba del arte popular y quisimos representarlo a nuestra manera. Él con pinturas, cuadros, máscaras, y yo en la música.

¿Por qué no has presentado “Baladas para un malabarista”?

Lo colgaré en Internet más adelante. A veces, en el transcurso entre hacer las canciones y grabarlas, uno va cambiando como persona y también lo que quieres decir con un instrumento o una canción. Creo que fue algo así.

“Memorias del canto campesino” es también un Ep.

Sí. Son ocho canciones. Siete canciones y una despedida.

¿Tú produces el disco?

Sí, yo la música y las letras, y Stefano, el diseño y las ilustraciones. Pero trabajamos juntos en todo el proyecto. Es un trabajo de los dos, eso es lo que hace el equilibrio en las “Memorias”.

¿Ediciones Ekaré tiene algo que ver con esta producción?

No. Stefano ha trabajado con ellos, pero esto no tiene que ver con nadie más que nosotros dos. Me gustaría, pero no (risas).

¿Qué instrumentos utilizas?

Cuatro, charango, tambor, el Dios Trueno que es peruano, flauta de pan, flauta transversa, kazoo; un instrumento que emula el viento, que es de Guatemala, ahorita no recuerdo el nombre; bandola, mandolina, maracas, batería, guitarra y bajo. Hay instrumentos indígenas venezolanos, peruanos, de Nicaragua, Guatemala, de América.

¿Qué te llama la atención de la cultura popular?

El sentimiento que produce es muy puro. Nosotros nos dedicamos más que todo a hacer esto porque sentimos que Latinoamérica es puro corazón y, en este momento, nos sentimos bien con lo más simple.

¿Y qué es para ti cultura popular?

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Es una forma de arte simple, representando generalmente tradiciones de pueblos y abuelos, a veces en contra de la clase dominante, otras para honrar la naturaleza y así.

 

¿Cómo ha sido tu contacto con el campo?

De pequeños mi mamá tenía una Wagoneer y nos llevaba a conocer muchos pueblos, no sólo el campo. Con mi abuelo también. Él es de Cabimas y tenía una finca que le decían El Monte. Él siempre me llevaba a esa finca y regresábamos con el camión lleno de cocos o plátanos. Los tumbábamos a punta de machete. Pero el disco no se basa sólo en el campo o el llano. Es apenas la primera impresión, pronto para las otras canciones la imagen va a cambiar. Subiremos al Ávila a grabar “Canción para el Ávila”, y tanto la canción como la imagen son más frías, más andinas quizás.

En general, es un disco que refleja raíces musicales venezolanas y latinoamericanas.

Latinoamericanas en general. Hay unas tres muy marcadas como venezolanas, y cuatro muy latinoamericanas. Y una muy Beatles.

Una mezcla de música venezolana, sureña, folk.

¡Sí, algo así!

Zully González junto a su hijo Isaac Sasson. Foto: Gabriela La Rosa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Hay colaboradores?

Sí. Mi mamá -Zully González- también coreó. Está Gabriela La Rosa, Javier Camacho, Tomás García (Desensamblados), Alejó Silva (Del Siervo) y Juan Velásquez. Los tres primeros no son músicos.

¿Qué más nutre este trabajo?

La música en esta etapa es más que todo de folclor, como te mencioné: Estévez, Galíndez, Simón Díaz, Violeta Parra, Sui Genereis. Estuve escuchando mucho a Moondog. También mi familia, mis amigos, mis animales, tengo dos gatos y tres perros. En este trabajo más que todo lo más cercano a mí como persona. También la protesta, contra la injusticia y el reconocimiento verdadero a lo que somos. La naturaleza, el amor y cosas así. Estoy aprendiendo al responder (risas). Nuestra investigación fue más que todo de música y gráfica. Intentamos hacer algo nuevo con recursos viejos. Es difícil comparar. En eso fue lo que más tardamos, quizás, en parte.

Foto principal por Arturo Álvarez D’Armas (Diablos de Orituco).

Mercedes Sanz: Productora y periodista venezolana del área musical. Graduada en Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela. Locutora de radio.
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